PROTESTAS FEMINISTAS: ¿VANDALISMO O ARTE?
- Ivonne Villalón
- 14 sept 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 20 sept 2020
«…todo se enciende, algunos solo ven caos, otros ven surgir las formas mismas de un deseo de ser libre».
En México, toda protesta feminista termina en el escándalo. El mecanismo es automático: donde brota una pinta o una capucha, aparece también un fiscal del tono — juzgando la forma y evadiendo el fondo. Desvían las miradas de lo importante. Pero, ¿qué hay detrás de todas estas intervenciones? ¿Son vandalismo o son arte?
El arte guerrilla no es nada nuevo. En distintas épocas y lugares, las mujeres han tomado las artes como arma en su lucha contra las violencias de sus tiempos.
Traigamos algunos ejemplos. Las pioneras de este género fueron las Guerrilla Girls, un colectivo artístico neoyorkino que nació en 1984 para evidenciar la discriminación del mundo del arte y los estereotipos de género en la cultura visual. También le dieron la vuelta al mundo las Pussy Riot, un grupo ruso de rock que ha intervenido iglesias, instituciones y estadios en contra de la criminalización a personas y comunidades LGBTI+. En Argentina, durante la dictadura, artistas y familiares de desaparecidos organizaron siluetazos, acciones que visibilizaban la ausencia de los desaparecidos. El año pasado, Las Tesis llevaron a las calles un canto que le dio voz a todas las mujeres víctimas de abuso sexual.
Todas ellas tienen algo en común: han convertido el arte una herramienta de resistencia frente a sistemas opresivos. Ninguno de estos colectivos querían hacer algo bonito: ¡necesitaban desafiar la realidad (incluyendo sus formas y sus leyes) para lograr cambios reales!
Se trata de un arte libre e indomable. No quiere pertenecer a las instituciones, más aún, se subleva contra ellas: por excluyentes, por omisas, por cómplices. Desafían las leyes que les han fallado una y mil veces, poniendo su propia libertad en juego.
En México, hace unos días, un grupo de mamás y activistas feministas - todas víctimas de violencia de género - encabezaron la toma de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Ahí dentro, intervinieron los muros y los cuadros de los "héroes de la patria" que de ellos colgaban. Madero, Hidalgo, Juárez y más hombres históricos fueron coloreados y luego exhibidos en las calles de cabeza. Una matria desafía y voltea la patria de cabeza. Y es que, aunque la violencia de género crece impunemente, este gobierno la minimiza, la subestima.
No es casual que las mujeres en protesta siempre intervengan monumentos y esculturas de personajes históricos. En el fondo, están cuestionando radicalmente a las instituciones, a los gobiernos, al Estado, sus narrativas y sus insignias. Simbólicamente, a punta de pintas y trazos, trastocan aquella historia escrita en masculino, resaltando y reescribiendo sobre ella las miles de memorias femeninas que han permanecido a su sombra. ¿Qué son las esculturas y el arte sino objetos latentes, siempre a la espera de resonar en el presente y ser actualizadas?
Fotos | Quetzalli Nicte Ha | @nicte_cadillacs
Ellas hacen de la ciudad su lienzo. Montan un museo efímero de los agravios ignorados. Intervienen en lo público. Así será hasta que la violencia íntima y sus secuelas se conviertan en prioridad común, es decir, en responsabilidad de todos.
Imaginemos por un instante que el muro es su piel, que las pintas dibujan sus heridas, que las consignas dan voz a sus gritos ahogados. En cada pared y en cada escultura mira el rostro de mujeres de tu vida. Algunas siguen de pie, pero están rotas, así como los cristales de los edificios. A otras les han robado el aliento. Son pérdidas irreparables que latirán en la terca memoria y en la sed de justicia de madres y hermanas que las recuerdan en coro. Al salir el sol y caer la lluvia, la ciudad volverá a ser igual. Ellas no.
En sus propias formas, el arte guerrilla plasma un sentido de urgencia. ¿Urgencia sobre qué? En el Nueva York de los 80s, alertaban sobre la discriminación de raza y género en el mundo cultural. En la Argentina de los 70s, evidenciaban las desapariciones y exigían verdad. En Rusia de los 2000s apuntaban al Estado por la criminalización de las identidades de género. ¿No es urgente entender que por cada día que dejemos pasar, 11 mujeres más serán asesinadas impunemente en México? ¿No es necesario admitir y actuar para frenar la violencia sexual que viven incontables niñas y mujeres en el país?
¿Descoloca? ¡Si! Pero ese es el punto: provocar para sacudir los cimientos del orden establecido que avala esas violencias.
Donde unos ven vandalismo, ellas ven una forma de llegar a ser libres. Detrás de cada consigna, de cada pinta y de cada capucha hierven y se expresan deseos de justicia.
El arte nos habla. A veces nos grita. La verdadera pregunta es: ¿sabremos escucharlo?
(...)
Agradecemos a Quetzalli
por acompañar su caminar con esa bella mirada,
por acompañar nuestras letras con sus imágenes.
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