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CHILE, EL ARTE DE DESPERTAR

  • Ivonne Villalón
  • 23 ene 2020
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 3 may 2024


Desde lejos vimos las ráfagas del despertar chileno. Las imágenes que aterrizaron en nuestras pantallas eran destellos de esperanza política. Iluminaban, no sólo por el modo en que la poética se entrelazaba con la acción, sino por la manera en que el pasado reencontró al presente para liberar destellos de futuro. 


Lo que inició como una protesta de secundarios contra la alza del metro terminó levantando a la sociedad contra el modelo económico y constitucional heredado de la dictadura. El gobierno, incapaz de procesar democráticamente la crisis, recicló de aquella época la receta del control social: toque de queda, tanques y militares, lacrimógenas y disparos. Pero los insurrectos, con la imaginación política por delante, convirtieron las plazas en escenarios, las calles en museos y los muros en imprentas. 


Al caer la noche, los tanques patrullaban las calles, inclementes con quien cruzara su camino. Pese a todo, no dejaron de aparecer gestos poéticos y espontáneos desafiando el toque de queda. Desde sus casas la gente hacía sonar sus cacerolas, formando coros de comunidades disidentes. Por sus ventanas, otros registraron actos de brutalidad militar para sacarlos a la luz. En algún edificio se proyectaba una luz que iluminaba la oscuridad:"no estamos en guerra, estamos unidos”, “dignidad”, “Chile despertó” o “constitución 2020”. Más de un músico retó el encierro recorriendo las calles desiertas con las canciones de Jara. La queja se elevaba de las reminiscencias de la dictadura. 


A medida que crecían las protestas y aumentaban las violaciones de derechos humanos, fueron explorando con formas de hablar de las muertes, torturas, detenciones, ojos arrancados y violaciones a manos de militares y policías. En la marcha de luto, por ejemplo, mujeres vestidas de negro, encabezadas por algunas con el ojo parchado caminaban en silencio hasta detenerse frente a los pacos: los miran sin ojo y sin miedo. Un violador en tu camino, el célebre performance de Las Tesis que tejía sonidos de latidos con silencios y movimientos de tortura con liberación, logrando que en una sola danza, todas las mujeres develaran los dispositivos de la violencia ejercida sobre ellas y se liberaran de la culpa. 


La forma ha sido la gran catapulta del mensaje en su fuga de la fuerza bruta y en su travesía más allá de las fronteras.



Las artes visuales tomaron por asalto los espacios públicos, haciendo eco de las realidades subexpuestas en los medios masivos de comunicación. Grupos como el puevlo, por ejemplo, intervinieron las paradas de camión con carteles que revertían la criminalización de la protesta señalando las violencias sistémicas que le dieron origen. En por un habitar digno arquitectos dibujaron los planos a escala real de los departamentos tan diminutos e impagables que se venden actualmente en Santiago. El acceso tan desigual a la vivienda, como a las pensiones, la salud y la educación provocan que para muchos la vida transcurra en los límites de lo soportable.


En las paredes graffiti y arte mural se expresan por igual, denuncian y parodian, dialogan entre sí y con quien camina por la acera. En las calles Salvador Allende, Violeta Parra y Víctor Jara, icónicas figuras de la resistencia, renacieron para caminar con sus contemporáneos, que van desde Jorge González (cantante de Los Prisioneros) y Lemebel, hasta el Negro Matapacos, Baila Picachu o Pare Man. Pinochet y Piñera, ambos respaldados por militares y su Constitución (de 1980), son comparados. Así, la gráfica callejera ha ido entrelazando las generaciones y temporalidades históricas que hoy están en juego. Empalmadas unas con otras, han ido formando estos collages de memoria que a la vez contienen constelaciones de futuro.


Por la lejanía y por su propia naturaleza, sería imposible capturar y mirar imágenes de todo lo que se está creando. Galerías digitales como museo de la dignidad o lx calle habla han surgido con la misión de preservar su memoria. Habrá quien sea incapaz de ver en ellas algo más que caos y destrucción. Pero también habrá para quienes ese arte efímero y anónimo haga legible el deseo colectivo de una vida más digna y libre.



En las calles se está cocinando algo que todavía no tiene nombres ni formas concretas. La gran propuesta es una nueva constitución. Pero detrás de ésta, o en lo más profundo, lo que se asoma es la idea de un nuevo ser humano: uno más digno y generoso, menos rapaz y ensimismado, con los demás y con el mundo. Han puesto en juego la articulación de lo común, desbordando por mucho los marcos institucionales vigentes tan rígidos. Es por eso que han surgido los cabildos (pequeñas colectividades organizadas en torno a temas o geografías compartidas). En todas las regiones, y hasta París, México y Nueva York, cabildos audiovisuales, de arquitectos, personas con discapacidad y más, se han reunido a discutir el país que desean. El pensamiento democrático, de a poco, deviene acción.


Chile sigue mostrando el arte de despertar. Es abrir los ojos, encontrarse, cuidarse mutuamente, ponerse de acuerdo, mirar al pasado para imaginar el futuro. 


A 100 días del estallido, ni las protestas ni su represión ceden. La voluntad de cambio persiste pese a todo: las 23000 detenciones, los 3649 heridos, las 770 torturas, las 191 violaciones sexuales, las 17 muertes y los más de 300 ojos arrancados. A Piñera, por otro lado, la torpeza política y la brutalidad lo han tumbado al 6% de aprobación. A la espera del plebiscito que definirá los formatos de la Nueva Constituyente, la gran pregunta sigue en el aire: ¿lograrán transformar los gestos, en textos constitucionales y modelos económicos dignos?


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